En una hoja grande, escribe el
versículo y detenlo enfrente de los niños. Todos lo leen para
aprenderlo. Después de repetirlo varias veces, escoge un niño para
cortar una frase del versículo. Mientras él o ella corta, los demás
niños repiten el versículo. Después, que todos repitan el versículo solo
usando la porción que se cortó. Ahora otro niño puede pasar al frente
para cortar otra porción del versículo. Al cortar, todos lo repiten
juntos. Y otra vez, se repite usando sólo la porción cortada. Se repite
esto hasta que ya no hay más palabras. En eso, ¡sorpresa! ¡Ya saben muy
bien el versículo!
Que cada niño se quite un zapato y
lo pone con todos en el centro del círculo de niños. Después de repetir
varias veces el versículo, escoge un niño que busque el zapato de un
compañero. Si lo encuentra en 15 segundos, el compañero tiene que
repetir el versículo. Si no lo encuentra en 15 segundos, él mismo tiene
que repetir el versículo. Continúa hasta que todos han participado. Para
entonces ¡todos ya sabrán el versículo muy bien!
Inventa un canto y ¡canta el
versículo! No tiene que ser músico para hacer esto. ¡Los niños no son
muy particulares de cómo suena! El punto es que aprendan el versículo, y
a los niños les encanta cantar. También hay coros (busca en tu
himnario) que son versículos puestos a música. Hay casettes y CDs que
contienen versículos cantados también.
Escribe el versículo en una
cartulina y después, córtalo, haciendo un rompecabezas. A los niños les
encantará buscar las diferentes piezas para completar el versículo.
Escribe el versículo en el pizarrón.
Después de repetirlo varias veces, borra una o dos palabras. Repítelo
de nuevo. Borra otras palabras. Repítelo de nuevo. Hacer esto hasta que
ya no hay nada en el pizarrón, pero ¡los niños ya han aprendido muy bien
el versículo!
A los niños les encanta la
competencia, especialmente si es entre niños y niñas. Después de
aprender el versículo, una competencia para ver cuántos lo saben bien,
les encantará a los niños. Después de aprender varios versículos, una
competencia entre niños y niñas para recordar todos los versículos, les
ayudará a repasar y recordar.
-
Cuadros que ilustran el versículo
Busca en revistas cuadros que
ilustran el versículo, y mientras los recitan, se les muestra los
cuadros. También se pueden pegar los cuadros a una cartulina, junto con
el versículo o solo los cuadros.
-
Llenar con la palabra que falta
Después de aprender el versículo,
diles a los niños que tú vas a repetirlo solo y cuando te paras, ellos
tienen que llenar el vacío con la palabra que sigue. Por ejemplo,
“Porque de tal amó _________ al mundo, que ha________ a su
hijo_______________, para que todo aquel que __________ no se
____________, mas tenga ________ _____________.” Si quieres, un niño
podrá pasar al frente y repetir el versículo de esta manera.
AFILANDO TU ESPADA
Una actividad que les encanta a los
niños es tener un tiempo espontáneo para que los niños afilen sus
espadas (en otras palabras, su Biblia). Primeramente, recuerda a los
niños que la Palabra de Dios es verídica y que la debemos memorizar para
que esté no solo en nuestras cabezas, sino también en nuestros
corazones.
Después, durante la clase, en tiempos inesperados, agarra
varias espadas de plástico que tienes en la mesa y grita, “¡Es tiempo de
afilar las espadas!” Que los niños se paren y el maestro escoge un
versículo que ya hayan aprendido. El niño que pueda repetir el versículo
puede usar su espada para vencer a Satanás.
Recuerda a los niños que
usando la espada (la Palabra de Dios) cuando somos tentados es como
defendernos con una espada contra el diablo, y así lo vencemos. Para dar
un impacto más, los niños pueden dar un “¡Uggg!” cuando se usa la
espada. Pero a la vez, el maestro debe asegurar a los niños que esta es
una batalla seria, no solo de jugar, y no es un juego. Es un buen método
para ayudar a los niños a aprender sus versículos y guardarlos en sus
corazones.
UN TESTIMONIO
Una maestra siempre tenía un
“asiento secreto” en su clase de niños. Si el niño que estaba en ese
asiento se portaba bien durante la clase, se le daba un premio. Un día a
la maestra se le olvidó el premio. Al final de su clase, los niños le
preguntaron a quién le tocaba el premio. Ella les tenía que admitir que
se le había olvidado el premio esa semana. Los niños, como son niños,
comenzaron a quejarse y murmurar. De repente una niñita, Juanita, se
paró de quejarse a media frase y dijo, “¡Ah sí! “Háganlo todo sin quejas
ni contiendas”. ¡Cuánto se sorprendió la maestra! No debería haberse
sorprendido, porque había enseñado ese versículo hacía una semana. Pero
fue un recordatorio hermoso y sencillo de cuán poderosa es la Palabra de
Dios para cambiar las vidas de los niños. ¡Entonces, maestros, no se
desanimen! ¡Sigan enseñando la Palabra de Dios!
Referencia: ObreroFiel.com
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