Autor Anonimo
Un maestro es aquel que se ha esforzado por aprender, que ha comprendido la tremenda importancia de eso que ha aprendido, y que intenta poner en práctica esos conocimientos en su conducta diaria porque ha comprendido que “la Fé sin obras es letra muerta”.
Y muchas veces no lo logra totalmente. Pero habiendo comprendido la importancia de lo aprendido, decide compartir sus conocimientos, utilizando para esta tarea, tiempo y energías que podría dedicar a su propio crecimiento espiritual. Y lo hace con Amor, hacia sus semejantes y hacia Dios.
Posiblemente sepa que debido a sus limitadas capacidades, nunca llegará a ser un Maestro, un Ser de Luz con dones y poderes especiales, un Ser que con su sola presencia pueda iluminar al mundo. Entonces elige ser simplemente un maestro, que a través de sus palabras, sus actos, sus consejos, su conducta, va tratando de encender la llama del Conocimiento en aquellos que tiene
Elige ser simplemente una brasa, un pequeño fósforo que va tratando de encender a los demás, en la esperanza de ir “encendiendo antorchas”, de transmitir sus conocimientos a seres mucho más capaces que él, seres que brillarán mucho más que su maestro, y que ayudarán a poner Luz en este mundo.
Comprende la frase que Shakespeare hace decir a uno de sus personajes: “Tuve el Sol en mis manos, y no era nada si no lo compartía”.
Es humilde, porque difunde la Palabra desde el anonimato, sin buscar hacerse grande a los ojos de los hombres. Porque sabe que eso lo hace grande a los ojos de Dios. Y finalmente, descubre que a través de la enseñanza, de la humildad, del no afán de gloria humana, el maestro aprende, crece y practica y fortalece sus conocimientos, día tras día.
Propongo a todos ser maestros: Enseñar con el silencio del ejemplo y de la conducta. Enseñar con el consejo sano y desinteresado brindado en el momento en que sintamos que Dios nos ordena hablar.
- Enseñar sin imponer, sin criticar, sin desesperar, sin esperar reconocimiento ni gratitud humana.
- Enseñar con paciencia, sin prestar atención a los errores del discípulo, sino sólo a sus logros.
- Enseñar con palabras sólo a aquellos que pidan ser instruidos.
- Enseñar con Amor, desde el Amor y para el Amor.
- Enseñar, finalmente, para ayudar a Dios en la tarea de hacer de éste un mundo mejor
FUENTE http://fundacionrenaceres.org
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